Esto es una queja, o si lo prefieren, un llamamiento a lo
que está sucediendo en la actualidad en la Isla. Sé que no les causara ninguna
sorpresa lo que les voy a relatar. Creo
recordar, si la memoria no me falla, que no hace mucho dedicaron un extenso reportaje
al problema de los alquileres por temporada o de larga duración.
Si la ecotasa es un fastidio que va a restar turismo
—permítanme que eso lo dude— aún mayor es el problema de muchas familias que no
encuentran una vivienda digna para poder vivir. Estos días, en los que estoy
intentando cambiar de piso, la verdad, es que me está causando una inmensa
desesperación por lo que me estoy encontrando en los diferentes portales de
internet. No es justo que un alquiler decente (en mi caso, el núcleo familiar somos
mi esposa y yo, y tenemos solvencia económica) ronde, siendo generoso; de
seiscientos cincuenta a setecientos euros. Después, hay que añadir un mes que
se pierde porque en la mayoría de los casos hay una inmobiliaria detrás de casi
todos los alquileres. Así que, díganme cuál es la solución a esta peligrosa
situación.
Por ejemplo: imaginemos un hipotético caso de cualquier
familia que trabaje; con unos ingresos más o menos «decentes» (encima tendrá
que demostrar como si fuesen a pedir una hipoteca al casero de turno,
referencias confidenciales a un desconocido) que además, tengan uno o dos hijos
a su cargo, un coche por necesidad, un
perro pequeño o dos gatos porque aman a los animales (algo bastante normal, lo de
los críos, digo) ¿cómo puede haber calidad de vida? Si una familia tiene que
desembolsar alrededor siendo
benevolente, un mínimo de dos mil euros sólo para entrar a vivir tras
pasar un filtro que a veces parece más
un interrogatorio y ser el candidato idóneo de un arrendador que tampoco se fía
porque las cuentas no cuadran, y quien alquila sabe lo que da de sí un sueldo y
lo que cuesta llegar a final de mes, y al final así estamos.
No sé, quizá algo falla en esto de la oferta, la demanda y
el agua gratis en los bares. Tal vez se
debería hacer algo más por toda esa
gente que, o mucho me confundo, o van a tener que emigrar, y, después, cuando vengan los turistas y tengan que se
servirse ellos mismos la comida; hacerse la cama del hotel o echarse la sangría,
que no haya sollozos porque un turista
noruego ha dejado un comentario negativo de su hotel en Tridavisor. Y de paso,
cuando un cartero de Manchester o una profesora de secundaria belga tenga que
lamerse las heridas por si misma ante la falta de personal cualificado en Son LLtàzer o Son Espases —si tiene la
desgracia de sufrir un percance— que nadie se enfade porque el turista de turno
se queje amargamente de lo mal que lo trataron en Malloca al rememorar sus vacaciones en su pueblo de
hermosos cielos grises y lluviosos veranos. Después, cuando le cuente a sus
amigos de las redes sociales que cambiará de destino en las próximas
vacaciones, harán comprensible el dicho
de este antiguo refrán: “Dónde va Vicente, donde va la gente”. Las Baleares, no
sólo tienen patente de corso en el mediterráneo.
Esto, por desgracia; lo mismo afecta a quien limpia un
hotel, maneja una ambulancia, vela por nuestra seguridad, o cura las heridas en
un centro médico. Nadie está a salvo pero parece que todos están ciegos de
avaricia y, lo único que importa es llevarse
un trozo de la tarta. Aunque ya sabemos lo que pasa con las tartas, que se
acaban o se deja el pedazo de la vergüenza, esa que ahora escasea tanto aquí.
Por eso, les sugiero a ustedes que tienen voz que no sean cómplices silenciosos
de este problema tan grave como es alquilar una vivienda digna.
Atentamente: Juan Manuel Carrete.
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