jueves, 22 de diciembre de 2016

La calle preciados

Mal vivía en Madrid: Rondaba los cuarenta, las pocas pertenencias que poseía las guardaba en un carro oxidado de la compra. Su cara sucia y arrugada delataba una vejez prematura. Tenía la sonrisa mellada, parecida a la fachada de un castillo en ruinas. Casi nunca molestaba, no le importaba a nadie, simplemente fue una incómoda estatua en movimiento de la calle preciados. Dependía de la caridad, algunos transeúntes le dejaban  monedas al pasar. Cuando reunía lo suficiente, se compraba un litro de vino barato, bebía  aburrida, sin ilusiones esperaba su final casi con la misma indiferencia de los padres que no superan la repentina pérdida de un hijo. A veces; nublada Por el alcohol, se detenía en la puerta de la fnac y a gritos decía que una parte de ese edificio le pertenecía, hasta que el guardia jurado impotente llamaba a la policía; después íbamos nosotros, la metíamos en una ambulancia, la ingresaban un tiempo en el psiquiátrico y cuando se recuperaba otra vez regresaba  al mismo lugar. Por eso supe algo más de ella: Los fantasmas del orfanato donde pasó la infancia estuvieron siempre metidos en su memoria. Las vejaciones, el frio, el hambre junto a otras cosas más turbias le provocaron insomnio permanente. En su juventud tuvo la mala suerte de tropezar con la heroína al asistir junto a una amiga al  primer concierto de los Rollin Stones en España. Esa noche durmió mejor, borrandose de golpe las pesadillas que le impedían conciliar el sueño. Poco a poco cayó en la trampa de la droga, no tuvo más remedio que usar su cuerpo agraciado de pelo triguero y mirada grande como el musgo húmedo. De esa forma tan fácil consiguió pagarse la felicidad traicionera que le brindaba el caballo, encontró un costoso antídoto que apagaba sus pesadillas junto a la dependencia física que le obligaba a consumir cada día. Ejerció la prostitución entre la casa de campo y la calle montera, sitios en los cuales, ofrecía sus servicios hasta que, empezó a encorvarse su espléndida espalda Lorquiana y su figura decrépita dejo de atraer clientela para terminar siendo un despojo humano. Pasó de prostituta a mendigar por las calles. Una vez Llegó a ser conocía en todo el país porque un día evitó que unos desgraciados apalearan a un perrillo vagabundo. Alguien la grabó con un teléfono, compartiendo el vídeo en una red social, su gesto heroico, tal vez por ser navidad, sé volvió viral, surgiendo miles de cometarios positivos hacia su persona en los días siguientes. En Internet la noticia de hoy mañana es historia que cae en el olvido. Así pues cuando tres meses después falleció de un paro cardíaco, solamente el perro que había salvado estaba a su lado. El forense que certificó su muerte, descubrió una nota arrugada dentro de uno de sus puños cerrados con rabia. Quizá ella, intuyendo que el viaje a la región de la noche eterna estaba próximo, dejó escrito el siguiente mensaje: -cuiden de mi perro por favor- y- váyanse todos: ¡a tomar por culo!.

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